Es triste darse cuenta que parte del complejo problema cultural que estamos padeciendo, en líneas generales, en Latinoamérica se debe a la falta de aprecio por la cultura misma, mientras en otros países hacen enormes esfuerzos humanos y cuantiosas inversiones económicas para rescatar patrimonios ancestrales y saberes perdidos, en nuestros países hacemos nada por preservar legados culturales valiosos, más recientemente el fenómeno destructivo, edulcorado de nostalgia patria, de aquellos que arrancan a pedazos el mosaico de Cruz Diez en Maiquetía nos lo demuestra, estas cosas son dignas de reflexión.
Todo esto lo comento en razón de la destrucción y abandono de gran cantidad de libros de distintas áreas del saber que se observa en la UCV , por ejemplo, en la escuela de derecho, al lado de la rampa que lleva al segundo piso, cajas y cajas de libros sobre jurisprudencia y demás temas jurídicos dejados a su suerte, también en la escuela de ingeniería de petróleos otra serie de libros sobre geología, minas, ingeniería, interpretación cartográfica entre otros, de valioso contenido, tirados a la vista de los transeúntes de sus pasillos, esperando para ir a parar a un pudridero.
Logré rescatar varios de estos maravillosos libros, entre ellos uno sobre geología que me llamó mucho la atención por su contenido, uno de sus referenciados es nada más y nada menos que el Barón Alejandro Von Humboldt, el libro en cuestión se llama “A source book in Geology” de Kirtley Matther y Shirley Mason, de la serie de libros “Source books in the history of the sciences” de la McGraw Hill (1939)
En su página 182 relata Humboldt algo muy curioso, y por lo cual decidí rescatar este libro de su desafortunado destino, da a entender que el terremoto que destruyó el pueblo de Caraccas (sic) en 1812 (recuerdan, aquel de “…que si la naturaleza se opone a la causa de la libertad, la dominaremos y ta, ta, ta, ta…”) fue a causa de un volcán o falla volcánica, y pasea en su relato por todos los pueblos y provincias o que se afectaron o que lo sintieron, procederé a continuación, en mi limitado inglés, a tratar de traducir parte de este bello escrito sobre geología humboldtiana.
Terremotos y volcanes en las Américas.
Desde “Relato (o cuento) del terremoto que destruyó el pueblo de Caraccas el 26 de marzo de 1812,” Diario filosófico de Edimburgo, Vol. 1 pp, 272-280, 1819
Hay pocos eventos en el mundo físico que estén calculados para despertar un interés tan profundo y permanente como el terremoto que destruyó el pueblo de Caracas y por el cual más de 20.000 personas perecieron, casi todos en el mismo instante, en la provincia de Venezuela.
El 26 de Marzo fue un día remarcablemente caluroso, el viento estaba en calma y el cielo despejado de nubes. Este fue un miércoles santo, y una gran parte de la población estaba reunida en las iglesias. Nada permitía presagiar las calamidades del día. A siete minutos para las 4 de la tarde se sintió el primer sacudón; este fue lo suficientemente poderoso, como para hacer que las campanas en las iglesias tañeran; este duró entre cinco y seis segundos, durante ese tiempo, el suelo estuvo en continuo movimiento ondulatorio, y parecía levantarse como un líquido hirviendo. Se pensó que el peligro había pasado, cuando un tremendo ruido subterráneo se escuchó, parecido a una estampida atronadora, pero más fuerte, y de mayor duración, como aquellos que se escuchan en los trópicos en tiempos de tormentas. Ese ruido precedió un movimiento perpendicular de tres o cuatro segundos, seguido de un movimiento ondulatorio algo más largo. Las sacudidas venían de direcciones opuestas, del norte hacia el sur y desde el este hacia el oeste. Nada podía resistir los movimientos de abajo hacia arriba, y las ondulaciones que se cruzaban entre si. El pueblo de Caraccas fue enteramente derribado. Entre nueve y diez mil de sus habitantes estaban enterrados entre las ruinas de las casas e iglesias. … Nueve décimas del fino pueblo de Caraccas estaba enteramente destruido. Los muros de las casas que no se habían caído, como esas de la calle San Juan, cerca del Hospital Capuchino, estaban quebradas de tal manera que era imposible correr el riesgo de habitarlas.
Sacudidas tan violentas como las que, en el espacio de un minuto*, derribaron la ciudad de Caracas, no podían estar confinadas a una pequeña parte del continente. Aquellos efectos fatales se extendieron a lo largo de las provincias de Venezuela, Varinas (sic), y Maracaybo (sic), a través de la costa; y aún más en las montañas del interior.
Quince o dieciocho horas después de la gran catástrofe, la tierra permaneció tranquila… la conmoción no recomenzó hasta después del 27. Ellos permanecieron atentos a un ruido subterráneo continuo y muy fuerte. Los habitantes de Caraccas deambulaban por el país; pero las villas y granjas sufrieron tanto como el pueblo, ellos no pudieron encontrar ningún refugio hasta que estuvieron más allá de las montañas de los Teques, en los valles de Aragua, y en los Llanos o Sabanas. No menos de quince oscilaciones se sintieron regularmente en un día. El 5 de Abril hubo un terremoto casi tan violento como el que derribó a la capital. Durante algunas horas el suelo estuvo en un estado de perpetua ondulación. Grandes masas de tierra se levantaron en las montañas; y enormes rocas se desprendieron de la Silla de Caraccas. Incluso se afirmó y creyó que los dos morros de la Silla se hundieron cincuenta o sesenta toises;*** pero esta afirmación es infundada y no medida hasta ahora.
Mientras que las conmociones violentas se sintieron al mismo tiempo en el valle del Mississippi, en la isla de San Vicente, y en la provincia de Venezuela, los habitantes de Caraccas, de Calabozo, situados en medio de las estepas, y en los bordes o el Rio Apura (sic), en un espacio de 4000 leguas cuadradas, estaban aterrados el 30 de abril de 1812, por un ruido subterráneo, que se asemejaba a frecuentes descargas de un gran cañón. Este ruido inició a las 2 de la madrugada, esto no vino acompañado de un sacudón, y, que es muy notable, se escuchó fuerte en la costa y hasta ochenta leguas tierra adentro. Se creyó en todas partes que se transmitía a través del aire: y fue desde muy lejos como para ser considerado un ruido subterráneo, tanto en Caraccas, como también en Calabozo, se hicieron preparativos para poner las bases en estado de defensa en contra de un enemigo, que parecía estar avanzando con artillería pesada. El Sr Palacio, cruzaba el Río Apura cerca de la intersección con el Río Nula, y sus habitantes contaron que el “fuego del cañón” había sido escuchado distintivamente desde el extremo este de la provincia de Varinas, como en el puerto de la Guayra y el norte de la cadena de la costa. El día en que los habitantes de Terra Firma (sic) fueron alarmados por un ruido subterráneo, fue en el que sucedió la erupción del volcán de la isla de San Vincent.
*La duración del terremoto, así se le dice a todos los movimientos de ondulación creciente que ocasionaron la horrible catástrofe del 26 de marzo de 1812, fue estimado por algunos en 50” , y por otros hasta 1´12”
** (N/T) no se encontró traducción para estas palabras que parecieran referirse a algún tipo de roca o formación geológica que compone a las montañas señaladas
*** Una Toise son alrededor de seis pies – Editor. (N/T) Sesenta Toises equivaldrían a casi 900mts una cifra muy exagerada si contamos que la cordillera de Caracas o el Ávila en su parte más alta sobrepasa apenas los 2000m.s.n.m.



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